Muchas veces uno reniega y considera que atraviesa una mala racha, que nada le sale, y se enoja, pero basta con mirar a los demás para saber que hay quienes atraviesan la vida con otros obstáculos más difíciles de sortear. Diario El Tribuno recogió un testimonio, y cuenta la historia de Laura.
Sobre la primera cuadra del barrio El Tribuno, cerca de una pizzería, al lado de una cabina y a una cuadra de la plaza del Niño Feliz, vive Laura.
Para llegar hasta su vivienda se ingresa por un garaje hasta la última puerta a la izquierda. Sus piernas la sostienen, mientras su cuerpo tiembla y responde con voz fuerte: "Pase, acá estoy".
Laura Herrera tiene 36 años, diagnóstico de esclerosis múltiple y es madre de dos niños: un varón y una nena. La menor, hija de su segundo matrimonio, vive con su padre. El mayor, de solo 11 años, es el compañero de vida de esta mujer, que admite no saber qué sería de su ella si su hijo no estuviera.
Para esta pequeña familia las cosas no son fáciles desde hace mucho, pero todo empeoró luego de la muerte de la abuela de Laura.
Sentada a la mesa de la vivienda que su madre alquila para ella, Laura admite que sabe que no se va a curar, pero no por eso pierde la esperanza de darle una vida mejor a su hijo.
Laura tuvo el diagnóstico de la enfermedad hace 8 años y, en un principio, todo estuvo bien. Desde muy joven trabajó como empleada de comercio. Se desempeñó en varios locales del centro hasta que fue despedida una vez que se conoció su diagnóstico.
Con la "sentencia" de sufrir esclerosis múltiple, Laura no consiguió trabajo hasta que un vecino le ofreció vender sandwiches con un carrito en la calle.
"Me caminaba todo el centro pero tenía para vivir. Hasta el año pasado yo vivía en la casa de mi abuela, que fue quien me crió, porque mi mamá me tuvo cuando tenía 15 años", contó la mujer.
Hace un año, luego de la muerte de su abuela, los herederos de la vivienda la vendieron y Laura y sus hijos quedaron en la calle.
Su mamá se hizo cargo de buscarle un lugar para vivir y le alquiló un departamento interno, que cuenta con una cocina comedor, baño y un dormitorio.
"Aún despierto"
"Yo vivía en el Intersindical, hasta que nos desalojaron, y desde aquel momento mi vida se dio vuelta. Igual agradezco que todos los días aún despierto", expresó.
Laura reconoce que la vida que tiene su hijo no es la que ella soñaba y que puede ver cómo, con solo 11 años, piensa como un adulto.
La mujer recuerda que, cuando recibió el diagnóstico, le dijeron que iba a tener una vida normal, pero no fue así. En un primer momento, gracias a la obra social de su expareja, padre del mayor de sus hijos, tenía toda la medicación. Luego empezó a necesitar remedios más complejos que, además, subían de precio constantemente.
Ahora, en medio de una crítica situación económica, Laura tiene el plan básico de la obra social, por lo que cada vez que tiene que ir al médico debe pagar una orden y, además, una consulta de 600 pesos. Debería ir una vez al mes, pero no siempre puede por la falta de efectivo en la casa.
El dinero que ingresa a la familia es el que le depositan por la asignación universal por hijo. El padre del niño nunca aportó la cuota alimentaria."Si bien aparece y desaparece, este año -ante la ausencia de mi abuela- le compró algo de útiles", relató.
Sin embargo, al niño de 11 años aún le faltan cosas básicas para ir a estudiar. Necesita un cuaderno tapa dura con espiral A4 y separadores adhesivos para la escuela, además de mapas de Argentina para hacer las tareas.
Sobre la mesa de la pequeña cocina comedor quedaba un paquete de galletas dulces que les regaló una vecina. El miércoles por la noche se podía sentir el olor de los fideos y un par de huevos que los cocineros de una pizzería cercana les hicieron hervir para que cenen, porque no tienen cocina.
En realidad, cuenta Laura, tienen la cocina que le trajo la Cooperadora Asistencial pero no la conectaron. La casa en la que vive Laura y su pequeño tiene gas natural, pero la cocina que les trajeron tiene los picos preparados para el gas de garrafas y, además, la mujer no tiene dinero para pagar por un flexible ni puede contratar a un gasista para hacer la conexión.
"Mientras resolvemos esto los vecinos nos hacen el favor de hacernos hervir lo que tenemos", expresó la mujer, que busca resolver su vida en el día a día.
Laura cuenta que su hija la visita y le pregunta cuándo se curará. Entre los recuerdos de su niña están los primeros síntomas que tuvo de esclerosis múltiple, cuando se caía o no podía sostener a su bebé a upa.
Hoy Laura no solo debe resolver cómo pagar una vivienda a partir de julio, sino que también debe seguir adelante con la lucha por los medicamentos y con los problemas cotidianos. Nunca sabe qué van a comer mañana o si podrá tener leche, yogurt y cereales para Santi, su hijo.
Todos aquellos que puedan ayudarla deben comunicarse al celular de su hijo (387- 4792501), porque al suyo se lo robaron.
Fuente: Diario El Tribuno