Carolina camina en la calle y le gritan que con ese short “está para violarla”. Violeta se sube a un colectivo para llegar al colegio y le tocan la cola en medio del amontonamiento por la hora pico. Susana sale de su casa todos los días una hora antes de que abra el bar de la esquina porque sino tiene que escuchar un rosario de barbaridades sobre su vestimenta o llevar una mochila para ir de jogging y cambiarse en la oficina. Camila vuelve llorando cada vez que emprende el regreso de hockey porque los autos la paran para ofrecerle ir a un hotel, pagarle para que se suba o describirle escenas sexuales que le dan nauseas.
¿Qué pueden hacer Carolina, Violeta, Susana y Camila? Ellas, igual que la mayoría de las mujeres, sufrieron acoso sexual. Pero es difícil pedir ayuda, denunciar, encontrar testigos o frenar las agresiones que las hacen frenar su propia vida.
Para ellas volver del colegio, el club o de juntarse con amigas no es igual que para sus amigos, sus hermanos o compañeros. Y ni siquiera igual que para sus madres o tías. Las más chicas son quienes más se ven amedrentadas. Pero el 87 por ciento no hace la denuncia: por desconfianza en las instituciones, falta de tiempo, dificultades para señalar al agresor o miedo.
En Francia encontraron la forma para que la propia víctima no sea la que tenga que tomar coraje, buscar a un policía, pedirle a alguien que la acompañe a la comisaría y pasarse largas horas repitiendo las palabras, miradas o manoseos que las hicieron sufrir. Los policías pueden multar el acoso callejero directamente sin que tenga que ser un pedido de las víctimas, igual que hacen si ven a un conductor pasar un semáforo en rojo.
“Hemos avanzado en Francia y los policías de tránsito pueden hacer la multa directamente. No tiene que hacer la denuncia la mujer”, explica a Infobae la diputada Alexandra Louis (de La Repúblique en Marche), autora de la ley (703) contra la violencia sexual y de género y el acoso cibernético que fue aprobada el 3 de agosto de 2018.
“Las leyes formidables, si no se aplican, no sirven de nada”, ajusta Louis. La norma se aplica en Francia en donde ya hay 700 multas por acoso callejero. El monto mínimo es de 300 euros (por lo menos veinte mil pesos en los valores del cambio oficial argentino por debajo del blue o el monto real con el impuesto al turismo). Si el caso es grave –si se trata de abuso, ultraje o hay otras circunstancias agravantes- la penalidad económica aumenta y el agresor puede ser obligado a tomar un curso con perspectiva de género.
Esto implica que, desde el 2018, en Francia el acoso tuvo un costo de, por lo menos, 210.000 euros para el bolsillo de los agresores (una suma equivalente a más de 1.400.000 pesos). El gobierno del presidente francés Emmanuel Macron asegura que destina más de mil millones de euros a programas de igualdad de oportunidades aunque las organizaciones feministas piden más presupuesto, refugios para las víctimas de violencia machista (hasta ahora las únicas casas para dormir son mixtas y eso expone a las mujeres a riesgos y revictimizaciones) y afinar el lápiz sobre el destino específico de los fondos.
Una de las objeciones a la ley era que no es operativo que haya un policía en cada esquina para controlar que no haya varones que incomoden a las mujeres, inhiban la presencia en las calles o dejen traumas por las agresiones orales o físicas. Sin embargo, la diputada Louis sostiene que darle ese poder a la policía (y sacar la responsabilidad a las víctimas de ser quienes tienen que lidiar con la decisión de denunciar) produjo un cambio cultural similar a la asimilación en el uso del cinturón de seguridad que, más allá de los controles, se logró incorporar a la vida cotidiana de los pasajeros de autos y taxis.
Fuente: Infobae