A lo largo de la historia, las revoluciones generaron contrarrevoluciones, los descubrimientos han tenido sus detractores y los inventos, sus destructores. Estos movimientos y sus réplicas dieron lugar a nuevos poderes, a usos variados y a nuevas creaciones. En definitiva, todo parece responder al principio de la filosofía oriental del Tao Te Ching según el cual “toda la Creación consiste en polaridades”.
En nuestros días, y desde el inicio de la pandemia, la opinión pública se encuentra inmersa en un sinfín de polaridades relacionadas con el virus, su origen, sus consecuencias y la forma de combatirlo y, especialmente de protegernos. Una de las principales controversias surge con las vacunas: de un lado los que están a favor de inocularse y del otro, los antivacunas. Cada uno de estos grupos tira de la cuerda para su lado y, como vivimos en democracia, expresa en diferentes medios y redes sociales los pros y contras de la vacunación.
En el medio de la cinchada está la gente, sometida a otra epidemia: la infodemia, es decir, la avalancha de información, muchas veces empleada con fines positivos y otras para crear temor. Ante esta dicotomía y para evitar generar una emergencia sanitaria, consideramos que es fundamental que todas las expresiones estén fundamentadas en la evidencia científica.
En principio, podemos ver qué ha ocurrido con algunas personas enroladas en la corriente antivacuna. Marco de Veglia, empresario italiano que, en Estados Unidos, se convirtió en un referente de este movimiento, murió el 5 de agosto víctima de “su inexistente COVID-19″, sin estar vacunado.
A menos distancia, en nuestro país, está circulado por las redes el video de un reportaje que el periodista Marcos Kappes, de Radio Esperanza de Santa Fe, le hace al doctor Martín Monteverde, quien le pide explicaciones a la ministra de Salud de esa provincia sobre el contenido de las vacunas y realiza una serie de consideraciones que ponemos bajo la lupa del doctor Carlos Di Pietrantonio (M.N. 73.621), epidemiólogo, máster en Salud Pública, a modo de ofrecer una mirada basada en la ciencia y la evidencia.
El especialista toma cinco conceptos ampliamente difundidos por los grupos antivacunas para su análisis:
Las vacunas anti COVID y anti gripales contienen 99.5% de nanopartículas de óxido de grafeno
Ninguna vacuna anticovid ni antigripal contiene derivados de óxido de grafeno, ni otros componentes metálicos. Berta Domènech Garcia, doctora en Química e investigadora de la Universidad Tecnológica de Hamburgo, desmintió tal contenido en vacunas. La teoría de las nanopartículas fue impuesta por Ricardo Delgado Martín, el fundador de un portal denominado La Quinta Columna. Nunca han presentado estudios con rigor científico a tal efecto.
El virus del COVID-19 no existe, nunca fue identificado
La página del newsletter de Médicos sin Fronteras, mencionaba en febrero de 2020: “El virus fue identificado a principios de enero por científicos chinos y ahora se llama SARS-CoV-2, debido a sus similitudes con el virus que causa el SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo). El nombre de la enfermedad causada por este nuevo virus es COVID-19″.
Lo cierto es que al SARS-CoV-2 se lo ha clasificado dentro del género Betacoronavirus (subgénero Sarbecovirus), perteneciente a la familia Coronaviridae. Se trata de un virus encapsulado con ácido ribonucleico (ARN) de cadena sencilla en sentido positivo, cuyo genoma consta de 30 kilobytes (Kb) aproximadamente. Por otra parte, la secuenciación genética permite leer el genoma de un virus (su documento de identidad), ya que cada organismo posee una secuencia genómica exclusiva.
El genoma del SARS-CoV-2 codifica proteínas no estructurales, cuatro proteínas estructurales (la espícula [S], la envoltura [E], la membrana [M] y la nucleocápside [N]) y proteínas presuntamente accesorias.
Asia, Europa y Estados Unidos han obtenido micrografías electrónicas del virus capturadas a partir de aislamientos virales, tanto en otros países como en el nuestro.
La pandemia es una situación supuesta, con un virus y una enfermedad inexistentes
Organizar una epidemia que implique a todo el mundo, con iguales síntomas, iguales padecimientos, las mismas lesiones pulmonares e iguales diagnósticos de laboratorio requiere de un nivel de organización, poder y coordinación que ni el más prolífico de los escritores se atrevería a esbozar.
Tengamos en cuenta que los períodos de infección / incubación / enfermedad sintomática y resolución o fallecimiento, son las mismas en todos los rincones de la Tierra. La supuesta pandemia presenta réplicas que la hacen causada por un mismo agente (por diagnóstico genómico), con una misma agresión, una misma evolución y la misma definición final.
Los kits diagnósticos no sirven para el SARS-Cov2
Incorrecto. Se han desarrollado kits diagnósticos que permiten discriminar si una persona se encuentra infectada con el SARS-CoV-2 de aquellos que se encuentran infectados con otros coronavirus o no están infectados con ninguno de ellos.
Las antenas 5G son dañinas y, a través del grafeno, generan daño físico y mental a los seres humanos.
La señal 5G que sucede a la actual 4G, es una señal de radiofrecuencia (RF) utilizada por la telefonía celular e internet del rango de 5 Ghz, que reduce el llamado tiempo de latencia de la señal, aumentando la velocidad de transmisión de las redes móviles.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó en 2006 un artículo científico titulado ‘Los campos electromagnéticos y la salud pública: estaciones de base y tecnologías inalámbricas’, donde analizan los posibles daños relacionados con las tecnologías inalámbricas. Dicho documento concluía que “teniendo en cuenta los muy bajos niveles de exposición y los resultados de investigaciones reunidos hasta el momento, no hay ninguna prueba científica convincente de que las débiles señales de RF procedentes de las estaciones de base y de las redes inalámbricas tengan efectos adversos en la salud”.
En conclusión
Después de la Segunda Guerra Mundial, el filósofo y profesor austroinglés, Karl Popper, sostuvo que la diferencia entre ciencia y no ciencia reside en la capacidad de señalar las condiciones de falsabilidad, es decir que la teoría sólo puede ser verosímil y confirmada temporalmente.
El coronavirus apareció sin aviso y se esparció rápidamente por el planeta. La ciencia respondió con investigación y con la tecnología que permitió la generación de una multiplicidad de vacunas de probada eficacia. Lejos de llegar a su fin, los estudios y la lucha contra el virus continúan, siempre entre pruebas y ensayos, entre aciertos y errores, siempre bajo el paraguas científico, lejos de los mitos y las falsas premisas.
Fuente: TN