¿Existe alguien que nunca jamás dice alguna mentira? Es otra de las incógnitas que más de un científico se preguntó alguna vez. La respuesta es obvia: No. Todos en algún momento, siendo niños o adultos, en mayor o menor grado, por acción u omisión, hemos mentido.
Aquellos que mienten no son los “malos de la película”. Tampoco es real que “los buenos no mienten” porque todos mentimos todos los días. Eso reza un estudio de la Universidad de Southampton, Reino Unido. Este asegura que una persona promedio dice normalmente tres mentiras en una conversación de diez minutos, sin sumar las exageraciones y omisiones que ampliarían la estadística.
“Todos los seres humanos mentimos, por el simple hecho de que es imposible decir toda la verdad”, aseguró el Licenciado Hugo Dvoskin, del Centro de Salud Nº 3 Florentino Ameghino, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
No existen posibilidades de evitarlo. Históricamente es perturbador que nos mientan y esto, según Dvoskin, se debe a que “esto no quiere decir que alguien pueda ampararse en la estructura para mentir”.
Según el escritor y psicoanalista, que estudió en la Universidad de La Plata, “la mentira tiene mala prensa. Detrás de un hombre que oculta que gastó el sueldo en el bingo, también hay un hombre angustiado, que pensó que con esa plata le iba a regalar algo a su mujer, a la que ahora le está mintiendo”.
La psicología plantea que la mentira no se puede definir, a menos que se asocie con determinadas causas y objetivos. Por lo que sería un medio para obtener determinadas recompensas, enaltecer una historia (posiblemente la del mentiroso) y ciertas habilidades. Otras serían evitar circunstancias indeseables, eludir la responsabilidad o la realidad.
Además, hay que aclarar que hay distintos grados de mentiras. No es lo mismo un niño que le esconde a su madre que rompió sin querer una taza y que, al ser descubierto lo niega; que una persona adulta responsabilizando a otra de sus errores. Es la mala intención la que nos ayuda a diferencias estas variables.
Según Dvoskin, la mala intención puede derivar en otra patología más grave como pueden ser la psicopatía o la manipulación; características determinantes en personas fraudulentas y estafadoras porque dañan a otro sin sentirse culpables.
Fuente: TN